Explicación necesaria.

Es lógico esperar que los nacidos fuera de Cuba que pasean por estos lares del ciberespacio, queden atónitos al contemplar las abundantes muestras de júbilo ante la ya ocurrida o a punto de ocurrir muerte de Fidel Castro Ruz. ¿Como se explica tanto odio generado por un solo ser?, ¿es posible explicar que miles y sin temor a equivocarme millones de personas, exhalen un suspiro de alivio al conocer el deceso del dictador más ocambo del planeta?. Sin pedir perdón por el uso del anterior neologismo, debo responder que tamaña algarabía tiene su lógica, su causa que provoca tal efecto, si queremos que nos entiendan los que aun inundan sus circunvoluciones cerebrales con la filosofía marxista. Les explicaré la razón por la cual el final de una enfermedad, que pasará a los diccionarios médicos como la única patología de la historia considerada secreto estatal, provocará un descenso jamás visto de las reservas terrestres de alcohol en todas sus variantes, desde el destilado de forma artesanal en los barrios marginales de La Habana hasta el más encumbrado y delicioso Cuvée Dom Perignon.
¿Por qué?, se preguntarán muchos, ¿es que los cubanos son insensibles, crueles o morbosos?. No, son seres con un maniantal de sensibilidad derivado de su idiosincracia de tal magnitud que haría palidecer de envidia al mismísimo John Huston, creador del magnífico filme Huracán de Pasiones. El nativo del pequeño archipiélago caribeño cuya isla mayor es Cuba, es en extremo sensible, dadivoso, capaz de alcanzar metas que a ojos de otros no serían más que una locura, por razones como alcanzar una flor en un acantilado, para regalarla a su amada. El único problema es que ese cubano que a los ojos del foráneo le resulta incivilizado por dar saltos de alegría ha sido estafado, ha sido víctima del robo más abyecto: le han hurtado su libertad.
¿Ha carecido usted de libertad alguna vez?,¿alguna ocasión ha tenido que pedir un visado para entrar en la tierra donde vió la luz por vez primera?, ¿ha perdido usted a sus seres más queridos sin que le permitan depositar sobre la frente de su inerte madre, abuelo, tío, hijo, el postrer beso de despedida?, ¿ha frenado usted alguna vez el impulso natural de disentir por amenazas de brutales represalias que se extenderán a su familia?, ¿ha soportado usted una frase humillante, una mirada de odio por el solo hecho de ir a otro país con el sueño de prosperar?,¿ha sufrido prisión por decir lo que piensa?, ¿le han torturado, le han privado de la mirada de sus hjos?. Entonces no intente comprender a esos cubanos que saltan de júbilo, porque ellos a modo de replicantes del osado Dante han descendido y conocen los círculos del infierno.
Esos cubanos fueron víctimas de un Autólico de la era moderna. Tal señor, según las leyendas griegas era un maestro en las técnicas del robo, que adquirió por herencia una habilidad especial para transformar todo lo que robaba de tal forma que ni los dueños reconocían sus propiedades hurtadas. Pero los cubanos durante cincuenta años no han visto nacer un astuto Sisifo en sus tierras, que pueda mostrar a los ojos del mundo el robo del que han sido víctimas. El osado ladrón al que me refiero les hurtó al descuido la libertad y la transfiguró en un sistema tiránico y represivo, de tal manera que las generaciones nacientes bajo la égide castrista no reconocen su derecho a ser libres, no perciben el concepto hasta que a modo de argonautas se destierran por desición propia a otros rincones del planeta. ¿Quién es el reo de tan escandaloso delito?: Fidel Castro Ruz, el más hábil ladrón de libertades del último siglo, por no pecar de excesiva intención peyorativa y decir de toda la historia de la humanidad.
¿Qué otra cosa hacer que saltar de júbilo cuando contemplas a la Parca mimetizada en serpiente que se aferra a nuestro Laocoonte tropical? Aquellos que se aferran al horizonte cada atardecer tratando de vislumbrar entre la bruma la Ilión caribeña de sus infancias, tan cerca y tan lejos como la Itaca de Odiseo, sienten al unísono el repiqueteo de sus corazones a modo de conga cuando observan expectantes el final del largo túnel, el amanecer de la preciada libertad. No les tilde de inhumanos, de crueles ante el espectáculo de una muerte. No pueden controlar sus bocas, a través de ellos se escuchan los gritos de angustias de miles de ahogados en el Estrecho de la Florida, se escuchan los desgarradores lamentos de madres que han visto a tiburones despedazando a sus vástagos. No pueden controlar sus cuerpos, se mueven convulsivamente porque a través de ellos se proyectan los movimientos descontrolados por los impactos en los cuerpos de nuestros fusilados, el movimiento de los cráneos al recibir el funesto tiro de gracia y sus alientos no destilan alcohol, se percibe el olor de la sangre de miles de nuestros hermanos, golpeados, vejados, ejecutados por intentan atesorar un bien que corresponde por derecho todo ser humano: la libertad.
No intenten comprendernos. Ante los estupefactos ojos de la civilizada Europa y la industrializada Norteamérica podemos resultar crueles al danzar con la macabra noticia. Esos mismos ojos que hoy nos critican han mirado en otra dirección durante cincuenta años ante la brutal tiranía que ha desmenbrado nuestra nación. Jamás el mundo civilizado había cometido tan magno pecado de indiferencia. No os asombréis, bailamos con todo el derecho que nos asigna la historia por ser los sobrevivientes de un holocausto espantoso. Jamás Hades fue esperado con tanto júbilo y esta vez no tendrá clemencia como lo hizo una vez con Orfeo deleitado ante la ejecución musical. No esta vez Hades pondrá sus impecables grilletes ante el espantado tirano que es incapaz de deleitar al portero del inframundo, no por gusto el sátrapa ha ejecutado durante cinco decenios la más sórdida sinfonía que se recuerda por estas tierras caribeñas, una oda de muerte y destrucción.
Si aun no comprenden por qué bailamos, no se preocupen, miren hacia el otro lado como lo han hecho hasta ahora.
Por mi hermano Porfin Libre González
www.secretoscuba.com